Meridiano 0



  Hace algunos años Carl Munck, un oficial retirado de la Fuerza Aérea norteamericana, descubrió el meridiano 0 de la Antigüedad preclásica: corresponde a la Gran Pirámide de Gizeh. En su libro titulado The Code, Munck demuestra que todos los monumentos megalíticos y las pirámides del mundo –incluyendo América- cifran en su forma y proporciones sus coordenadas geográficas exactas. No es mi intención exponer aquí su teoría, ni explicar porqué nadie hizo caudal de este descubrimiento extraordinario. Pretendo más bien reflexionar sobre la pervivencia de este antiquísimo hito a través de los siglos, y su vigencia actual en nuestra cultura y geopolítica.
   Aún hoy,  llamamos occidentales a los países al oeste del meridiano de Gizeh, y orientales a los países al este del mismo. Grecia, cuna de la civilización occidental, se encuentra justo al oeste del antiguo meridiano 0. Toda Europa, incluyendo los países escandinavos, se encuentra al oeste de la línea, y también lo está San Petersburgo, la más europea de las ciudades de Rusia. Hacia el sur, el meridiano 0 deja al oeste la República Sudafricana, colonizada por ingleses y boers. Quedan únicamente al este los países cercanos al cuerno de África, en su mayoría musulmanes. Nuestro lenguaje llama Anatolia, o Medio Oriente, a las tierras al este del meridiano como Siria, Líbano, Israel, Palestina, Irak y Turquía. Este último país comprende una franja al oeste del meridiano 0: corresponde a la antigua Jonia, cuna de grandes filósofos griegos.
   Los evangelios fueron escritos en Alejandría, al oeste de Gizeh. Y hacia el oeste, a Europa y América, se expandió el cristianismo. Hay muy pocos países cristianos cuyo territorio entero quede al este del meridiano 0: sólo Armenia, y las aisladas Australia y Nueva Zelandia. El Islam nació al este de la línea, y allí prosperó, aunque algunos países musulmanes periféricos se encuentran al oeste. El Budismo corresponde enteramente al Oriente, así como el Brahmanismo.
  Pero no sólo la política y la religión se distribuyen con respecto a esta línea imaginaria. Las vestimentas, los usos sociales, también muestran su influencia. En las últimas décadas, América y Europa se volvieron feministas, mientras que Asia permanece machista, o patriarcal. El esquema del mundo se parece ahora al yin-yang, con un hemisferio yin –Occidente- y uno yang –Oriente. La fidelidad al esquema es perfecta, pues dentro del hemisferio yin podemos señalar un punto yang: los Mormones polígamos y patriarcales de Colorado. Y en el hemisferio yang, un punto yin: la sociedad matriarcal Mosuo. Ambos enclaves se encuentran en los países líderes de sus respectivos hemisferios: Estados Unidos y China. Con lo cual se realiza plenamente el ideograma tradicional de los opuestos. Antiguamente las polaridades estaban invertidas, pero no se referían a masculino-femenino, sino a activo-pasivo. Occidente era yang, colonizador, científico; Oriente yin, meditativo, mágico.
   Esta división de la noosfera en dos hemisferios recuerda la anatomía del cerebro humano: es como si la humanidad se especializara en distintas funciones, según las áreas geográficas. Las filosofías de Oriente desarrollaron la intuición y la introspección. Las de Occidente, el racionalismo y la acción. Funciones distintas pero complementarias, tal cual lo hacen los hemisferios cerebrales. El meridiano 0 representa el istmo entre ambos hemisferios, una divisoria descubierta por la genialidad del hombre antiguo. No es una línea convencional, como el insípido meridiano de Greenwich. Es un meridiano determinado con base en estudios geodésicos, pues atraviesa la mayor cantidad de tierras emergidas sobre el mar, de Norte a Sur. Representa al centro del mundo, y las pirámides de Gizeh fueron erigidas para señalarlo. No sería mala idea volver al meridiano 0 de la remota Antigüedad, el único digno de tal nombre en la Tierra.











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